lunes, 7 de septiembre de 2015

PALABRA DE DIOS, ¿PERO DIOS SOLO ES PALABRA?




Es difícil convencer a las personas que afirman que solo lo que está en la biblia es enseñanza de Dios y fuera de ella nada es aceptable, porque precisamente admitir lo contrario le daría  peso, como de hecho lo  tiene, a la tradición apostólica  y a lo que sigue inspirando el Espíritu Santo al Magisterio de la Iglesia, que a su vez está conformado, con línea histórica ininterrumpida, por el papa y los obispos.

El apóstol Juan inicia hermosamente su evangelio con la frase: “En el principio era la palabra y la palabra ESTABA CON DIOS y la palabra era Dios”. (Juan 1) Así, si leemos con atención, Cristo que es el verbo encarnado, y en toda la sagrada escritura, está contenido Dios, en enseñanza histórica, moral y salvífica, pero hay una tenue división cuando Juan indica “la palabra estaba con Dios” porque con ella establece que la palabra acompaña a Dios algo que rápidamente se vuelve unir cuando culmina diciendo: “y la palabra era Dios”. Todo esto solo se podría aceptar, no comprender, con el dogma de la Santísima Trinidad.

Ahora, la biblia es el fundamento del monoteísmo judeocristiano. De ella no restamos nada y todo se desprende de lo revelado en ella, en especial en los evangelios para el cristianismo. Pero el mismo Juan dice una verdad que también es bíblica: “hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, que si se escribieran en detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría contener los libros que se escribirían”. (Juan 21,25). Y es así, porque muchas de las cosas que hoy conocemos sobre Jesús inicialmente se supieron vía oral, por predicaciones que luego se transcribieron para formar lo que conocemos como el Nuevo Testamento.

Jesús hizo muchas promesas a los apóstoles, entre ellas que recibirían al paráclito (Espíritu Santo) el cual llegó, luego de su ascensión, como lo narra el libro de los hechos de los apóstoles: “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería”. (Hechos 2,1-11). Hablaron, no escribieron. Anunciaron con la palabra, con lo que el Espíritu Santo les iba guiando.

Otro elemento del evangelio que extraeré son estas palabras de Jesús a sus discípulos: “Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir;  porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir”. (Lucas 12,11-12). Jesús vuelve aludir a la influencia del Espíritu Santo en los apóstoles (y por ende en sus sucesores). Jesús nunca desestima la palabra pero va más allá de ella porque él es en sí mismo palabra de vida eterna. Y la palabra tiene que hacerse vida en cada uno que la recibe, y esa vivencia da un testimonio coherente a cada tiempo, y ese testimonio no siempre es bíblico como referencia pero sí va de la línea con la verdad revelada. Ejemplo, la anticoncepción no es un tema que aparezca claramente en la biblia, porque su desarrollo en métodos artificiales tuvo su boom en el siglo XX. Tampoco la inseminación artificial. Pero a la luz del magisterio de la iglesia, por la influencia del Espíritu Santo, la iglesia da respuestas a estos temas, desde la verdad revelada.

Todo el que anuncia el evangelio de Cristo y lo proclama como Señor y Salvador, sea bajo el nombre de sacerdote o pastor, lo hace aludiendo a la autoridad del Espíritu Santo, porque como señala San Pablo: “Nadie puede decir "Jesús es Señor" sino con el Espíritu Santo(1 Colosenses 12,3). ¿Qué quiero decir con esto?, que inclusive aquellos que niegan que fuera de la biblia haya revelación y verdad usan una suerte de validez interpretativa para transmitir en sus sermones y homilías el mensaje de Cristo. Quizás el problema siempre ha ido de la mano con no querer obedecer, con querer figurar, con sentirnos dueños de la iglesia como los accionistas se sienten dueños de un club por su cuota de participación.

Yo sí creo que en muchos cristianos no católicos hay modelos para laicos católicos, en ese compromiso por llevar la biblia a todas partes, conocerla, estudiarla y sobre todo tener grupos de meditación y oración. Pero la única autoridad para interpretar las verdades reveladas es apostólica, y de ella solo goza el linaje espiritual que comparten hoy los obispos y el papa con aquellos hombres que siguieron a Jesús y murieron por él. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi


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