viernes, 26 de febrero de 2016

¿DESAPARECERÁ LA FE CATÓLICA?



Si Cristo no hubiese hecho aquella célebre promesa a Pedro de que “ni las fuerzas del infierno prevalecerían sobre ella (la iglesia)” mi respuesta a esta pregunta sería un probable sí. Son muchas las evidencias culturales, mediáticas, modernas y políticas que muestran un profundo rechazo, creciente, hacia las doctrinas morales de la fe cristiana católica.

Muchos creen que rechazar la fe católica, o sea, a la Iglesia que la representa, no es sinónimo de rechazo a Jesús. Como me lo decía un estudiante una vez: “Yo creo en Cristo pero no comparto nada de la Iglesia Católica”.

La masiva aprobación de leyes como el aborto y la legalización de uniones civiles homosexuales (por solo citar dos) dan a entender que las sociedades cada vez se conforman y aceptan imposiciones morales cuyo origen no dudo tienen fuente en esa fuerza que Jesús advertía no podría contra su Iglesia, el infierno. Porque para que Jesús dijera: “ni las fuerzas del infierno” da a entender que el mal no tiene mayor expresión que el que emana de este inframundo de almas y réprobos.

San Pablo en Efesios señala, en su exhortación matrimonial, “maridos amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y murió por ella, o sea, no amar a la Iglesia Católica es contradecir el amor de Jesús expresado a ella.

Pero sí, la fe cristiana está bajando su impacto en la política y por ende en lo social. Los políticos y los medios de comunicación no solo omiten descaradamente el mensaje del evangelio sino que algunos han dado un paso al frente en la lucha contra esta fe. Hay una guerra frontal y cada tropa arma su ejército.

Solo me aferro a la promesa de Jesús, solo a eso y nada más. Por eso afirmaré lo siguiente: Creo que el cristianismo se prepara para un nuevo renacimiento, sin cambios doctrinales, sin cambiar una tilde de la ley divina. Renacerá de una dura, durísima prueba que cada bautizado deberá atravesar para decidir su nivel de fidelidad. El determinante será: fiel a todo o fiel a nada, adaptado o en resistencia. No habrá espacio para grises. De esos pocos probablemente surja un nuevo liderazgo en el mundo, un mundo que será sombrío, turbio moralmente, relativista al extremo y que sumergido en sus inmundicias, en una piscina de excremento donde los no fieles estarán en ella hasta el cuello y cuya mayor preocupación sea “que nadie haga olas”, ahí habrá una nueva demanda de evangelio. El evangelio será un bálsamo que sanará heridas. Ese evangelio lo transmitirán esos pocos que fueron leales, que no se adaptaron, los fieles de Dios, los que obedecieron, los que entendieron que el mensaje de Dios y su ley es eterno, y muchos volverán como el hijo pródigo a la casa del Padre. Volverán muchos, pero no todos. Algunos cegados por su soberbia no aceptarán su error, embriagados por la debilidad de sus vicios y deseos, aunque sufran no querrán volver. Son los que no ven en la luz claridad sino molestia, una luz que encandila y no que guía. Esos serán los trofeos del demonio, este que sabe que jamás ganará la batalla a Dios y solo busca herirlo desde el amor de los que logra apartar de él (los condenados).

El final de esta historia no está en la fe católica. Porque los errores humanos cíclicamente tienden a repetirse. El triunfo definitivo tiene una palabra: parusía. Porque cuando Cristo vuelva llamará a los suyos, a los fieles. Recordando aquellas palabras explícitas de nuestro salvador: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”. (Mateo 12,30). Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

P/D: Fieles no es sinónimo de perfectos ni de no pecadores, fieles son aquellos que reconocen que en la verdad depositada en la doctrina católica está el camino de salvación y luchan por hacer parte de su vida esas enseñanzas. Esos que cuando fallan piden perdón y no dan excusas.

Lic. Luis Tarrazzi