domingo, 18 de octubre de 2015

NO SIEMPRE SE TRATA DE CAMINAR CON DIOS





La vida pareciera que no se detiene. El tiempo, implacable y voraz, pasa en nosotros dejando huellas y cicatrices imborrables; pero para todo ello escuchamos el consejo: “caminemos con Dios”.

No obstante no siempre se trata de caminar, sobre todo cuando somos nosotros los que vamos delante y queremos que Dios nos siga en nuestros conceptos y paradigmas. Si de caminar se trata debemos preceder la acción con el verbo “seguir”, es decir, si caminamos con Dios es porque lo vamos siguiendo, sino, si somos nosotros quienes vamos delante, entonces lo prudente sería: “detenernos con Dios”.

Es bueno detenerse para evaluar el rumbo, para ponderar las consecuencias de nuestras decisiones y para ver qué tan bien vamos con relación al destino común que  todos compartiremos que es la muerte, una muerte que marcará el punto final de nuestro libro y que luego nuestro editor leerá para determinar si esa obra es digna de ocupar un lugar en la biblioteca de biografías del cielo.

Detenerse ayuda a corregir. El que avanza rápido se deleita en cómo controla su vida a gran velocidad, solo disfruta vivir la vida avanzando. Quien se detiene le permite a Dios, cual alfarero, reparar heridas, corregir conductas y salir pulido con el perdón, la mayor expresión de la misericordia de Dios. Una misericordia que sin conversión es estéril y vacía, no por culpa de la misericordia sino por el poco provecho que le da el que es perdonado.

No siempre se trata de caminar con Dios, a veces es bueno detenerse y esperar que este nos alcance, nos evalúe y nos salve. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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