Estados Unidos pareciera ser una
de las pocas naciones del mundo que, con inmensa gratitud, siempre tiene presente
a Dios. La frase “God bless America (Dios bendiga a los Estados Unidos)” casi
siempre es el final de un discurso político, presidencial o inclusive se
entona, como canto, en muchas modalidades deportivas.
Pero, ¿será esto un acto de hipocresía
político, un acto de adoración a un dios que no es el Dios cristiano o un acto
sincero de una sociedad convencida de ser modelo de progreso y bienestar para
el mundo?
Nos dice el salmista: “Dichoso el
pueblo cuyo Dios es el Señor” (Salmo 33(32)). Pero una nación que presume de
tener por Dios al Señor tiene como principal característica hacer parte de su
vida, de sus leyes, de su moral, la voluntad de Dios, conocida y revelada a lo
largo de la historia. Por eso el salmista aclara “cuyo Dios es el Señor”,
porque puede ser que el dios norteamericano no sea el Señor, sino un falso dios.
Tres cosas han avanzado mucho a
comienzos de este siglo XXI en el mundo, impulsada por congresos y aprobada por
Cortes de Justicia, estas son: legalización del aborto, legalización de las
uniones homosexuales y la legalización de la eutanasia. De estas tres, dos ya
están aprobadas, como ley, en todo el territorio norteamericano: el aborto y
ahora las uniones homosexuales. Por eso hoy me vienen a mi mente las palabras
de Jesús cuando dijo: “No bastará con decirme ¡Señor! ¡Señor! Para entrar en el
Reino de los Cielos, MÁS BIEN ENTRARÁ
EL QUE HACE LA VOLUNTAD DE MI PADRE DEL CIELO” (Mateo 7,21). Pero ¿han
reflejado las leyes pro aborto, pro uniones homosexuales, pro eutanasia la
voluntad de Dios?, pues si hablamos del Dios revelado, del Dios hebreo que hizo
máxima expresión de amor en la encarnación de Jesús, de quien deriva hoy nuestra
fe cristiana, la respuesta clara y precisa sería NO.
Por eso mi pregunta, hermanos
norteamericanos, es ¿Dios te bendice América?, o ¿se han preguntado a qué dios le
están pidiendo bendición? Las leyes puestas sobre tendencias, modas, creencias,
mayorías, no siempre han reflejado la voluntad de Dios, de hecho, hoy podría
argumentar que el principal enemigo de la voluntad de Dios es la torcida
libertad del hombre, la democracia, el giro de gobernar sobre basamentos
morales que tratan de nivelar lo que no es natural a lo natural, lo que es deseo humano con los designios divinos.
Lucifer perdió el cielo porque
exigía un derecho, si lo vemos desde el punto de vista democrático, válido. Sus
cualidades, su supremacía sobre la naturaleza humana, le daban el justo de
derecho de exigir gobernar a la raza humana. Era el ángel más bello, más
inteligente. Y ojo, sacó un tercio de apoyo angelical (Apocalipsis 12,4). Y si hubiese sacado dos
tercios ¿Dios hubiese tenido que rendirse a sus demandas? La verdad de Dios,
que es Cristo mismo, no se somete a votación, a criterio o a discernimiento, se
acata o no, se acepta o no, se vive o no. Hoy le diría yo a los políticos y
jueces del mundo aquellas palabras de Jesús a los maestros de la ley y fariseos:
“¡Guías ciegos!, Ustedes cuelan un mosquito, pero se tragan un camello” (Mateo
23, 24). Llevar sobre sus hombros las decisiones morales de una sociedad y
sucumbir a sus demandas sin la guiatura del verdadero Dios es servir a aquel
que sintiéndose dios y soberano de los hombres ha vivido toda su eternidad, post
caída, en franca oposición a la voluntad de Dios.
Sí lo deseo, deseo que Dios te
bendiga América, como deseo que bendiga al mundo en general, pero ese dios al
que sirves Estados Unidos, que inspira tus decisiones jurídicas y políticas, lamento decirte
no es el Dios que se encarnó por nosotros, que nos amó hasta el extremo de
morir y resucitó para la salvación de los hombres. Has avanzado mucho en el
pecado América, ¿podrás regresar a la verdad?...Dios te bendiga, nos vemos en
la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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