Le rezamos al Señor, sobre todo
en las bellas plegarias donde se expone el Santísimo Sacramento, “Señor, danos
sacerdotes”, “Señor danos muchos sacerdotes”, “Señor danos muchos sacerdotes
santos”. Y la crisis vocacional, que en mi opinión no es una crisis de llamado
sino una crisis de no responder a ese llamado, se la atribuimos a la familia, a
la secularización del mundo. Pero, ¿qué hay de aquellos casos en los que Dios
llama, el llamado responde, pero el que debe acoger ese llamado y hacer
realidad el sueño de Dios no es el apropiado?
La Iglesia, en su sabiduría y
calma, a veces puede que no responda a todos con la misma rapidez que quisiéramos.
A través de sus ministros (sacerdotes, obispos) puede que las percepciones
vocaciones en torno a algún aspirante no sean, de entrada, las correctas.
Entonces, ¿qué debe hacer el aspirante que siente verdadero su llamado?
La principal virtud de un
religioso es la confianza en Dios y la OBEDIENCIA A LA IGLESIA. El Santo Cura
de Ars, por ejemplo, le costó muchísimo su ordenación. Si recuerdo bien, el
latín le costaba muchísimo. Aún así, en
silencio, se dejó llevar y fue ordenado a su tiempo y ahora es el patrono de
los párrocos. El Padre Pio vivió años de aislamiento en donde se le prohibía
oficiar misa en público mientras la Iglesia discernía la veracidad de las
maravillas que ocurrían en torno a él. Padre Pio tenía tantos seguidores que si
hubiese querido fundar su propia Iglesia separada de Roma lo hubiese podido
hacer. Pero, ¿qué hizo?, confiar y esperar, no revelarse ni cuestionar. Y al
final la verdad salió a la luz y hoy es uno de los santos por excelencia del
siglo XX.
Un tiempo de sequía hace valorar
mejor la lluvia de bendiciones, lo que Dios espera de ti y de mí. También puede
ser, cabe la posibilidad, de que tu sensación de llamado no sea genuina, que
Dios no te quiera consagrado(a) pero sí activo y participativo en la evangelización.
Por eso, desde la oración, debemos acompañar a todos los que quieren servir a Dios desde el heroico ministerio sacerdotal, sacramento de la orden. Y también orar por quienes deciden sobre su vocación, por quienes les forman y les inculcan los tesoros sacramentales de la Iglesia.
En la fe y en la confianza en Dios,
con su única Iglesia a quien Jesús amó hasta dar su propia vida por ella
(Efesios 5,25) debemos permanecer fieles, la fidelidad es una de las principales
semillas de la santidad, del vivir para agradar a Dios. Fidelidad y Obediencia,
Obediencia y Amor, Amor y Entrega, Entrega y Renuncia de sí mismo. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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