jueves, 23 de julio de 2015

….MIEDO AL CUERO





Hay un refrán que se usa en mi país que dice: “Matas el tigre y le tienes miedo al cuero”, aludiendo a las personas que luchan por emprender grandes proyectos o conquistar personas y luego, al lograrlo, sienten un profundo desánimo por asumir y continuar.

Eso, en la vida pastoral, les confesaré me ha pasado muchísimo. Me gusta promover proyectos (quizás antes con mayor frecuencia). En mi caso iban de la mano con la organización de talleres, conciertos (a pequeña escala), cine foros, etc; pero luego, cuando ya tenía casi todo listo para arrancar me entraba un profundo miedo, me cuestionaba el por qué me había complicado en todo eso. Pero, ¿por qué nos pasa esto?

Lo primero que yo diría es que eso ocurre cuando a veces obramos sin planificar bien las cosas, solo guiados por los impulsos y deseos. Vemos a Jesús y queremos llegar rápido a él. Entonces le decimos como Pedro cuando vio a Jesús sobre las olas: “…ordena que yo vaya hasta ti…”(Mateo 14,28) pero luego, cuando la razón nos alcanza, cuando vemos las realidades que por emoción no vemos, comenzamos a sentir que el agua se nos viene al cuello, queremos quizás volver a nuestra zona de confort (la barca) y si no podemos, clamamos como el mismo Pedro: “¡Sálvame, Señor!” (Mateo 14,29). Un segundo caso podría darse por la tentación del demonio. Planificamos bien, contemplamos todo lo que la lógica y la razón nos dictan, tenemos un equipo de trabajo excelente pero de repente nos invade una duda profunda, cuestionamos la eficacia, lo productivo, el tiempo invertido. Esta duda Dios la permite porque nos fortalece en la obra, una vez superada.

Es importante entender que Dios no nos da misiones que no tengamos la capacidad de llevar, y si somos muy eficaces hasta nos da un poquito más y más porque vamos demostrando entrega y confianza, como en la parábola de los talentos (Mateo 25, 14,30).

Ahora bien, esto no solo ocurre del lado positivo, es decir, cuando emprendemos labores positivas de evangelización o seculares. También ocurre cuando se trata de abandonar pecados, vicios o ser mejores personas tras querer renunciar a ciertos apegos. Cuando comenzamos un camino de sanación y liberación sería el equivalente a matar ese tigre que nos tenía oprimidos, esclavos, tristes. Pero luego de tomar esa valiente decisión nos invade la duda: “¿por qué debo yo renunciar a esto que me gusta si la mayoría lo hace? (uso inadecuado de la sexualidad, masturbación, alcohol, drogas, violencia, venganza, corrupción, etc)” y esa duda también puede tener las mismas razones que las que mencioné en el sentido positivo de un proyecto o emprendimiento, es decir, por falta de planificación o acompañamiento de sacerdotes o profesionales y por la tentación del demonio, que en este caso será muy fuerte porque se trataría de abandonar su territorio para volver a Dios, y créanme, el demonio peleará con todo por ti.

Quienes pueden vivir una vida sacramental plena (confesión, comunión) deben reforzar sus energías y fortalecer sus vidas con esta práctica. No vivir en gracia nos deja muy expuestos al mal. Pero aún así Dios nos sorprende y también da gracias especiales para quienes, de forma temporal, viven alejados de los sacramentos por diversas razones queriendo volver a ellos. Ahí la misa, la palabra de Dios y la oración son herramientas imprescindibles e innegociables. No será el Yoga, los libros de auto ayuda, el horóscopo, los que te ayuden; más bien esas cosas te acomodan para vivir en el mal, silencia tu conciencia y nos hacen autómatas. La palabra de Dios confronta, interpela, corrige, perdona y salva. ¿Quieres eso para ti? Te invito a caminar conmigo que también ando, como tú, luchando contra mis demonios. Dios te bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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