Hay un refrán que se usa en mi
país que dice: “Matas el tigre y le tienes miedo al cuero”, aludiendo a las
personas que luchan por emprender grandes proyectos o conquistar personas y
luego, al lograrlo, sienten un profundo desánimo por asumir y continuar.
Eso, en la vida pastoral, les
confesaré me ha pasado muchísimo. Me gusta promover proyectos (quizás antes con mayor frecuencia). En mi caso iban de la mano con la organización de talleres,
conciertos (a pequeña escala), cine foros, etc; pero luego, cuando ya tenía
casi todo listo para arrancar me entraba un profundo miedo, me cuestionaba el
por qué me había complicado en todo eso. Pero, ¿por qué nos pasa esto?
Lo primero que yo diría es que
eso ocurre cuando a veces obramos sin planificar bien las cosas, solo guiados
por los impulsos y deseos. Vemos a Jesús y queremos llegar rápido a él. Entonces
le decimos como Pedro cuando vio a Jesús sobre las olas: “…ordena que yo vaya
hasta ti…”(Mateo 14,28) pero luego, cuando la razón nos alcanza, cuando vemos
las realidades que por emoción no vemos, comenzamos a sentir que el agua se nos
viene al cuello, queremos quizás volver a nuestra zona de confort (la barca) y
si no podemos, clamamos como el mismo Pedro: “¡Sálvame, Señor!” (Mateo 14,29).
Un segundo caso podría darse por la tentación del demonio. Planificamos bien,
contemplamos todo lo que la lógica y la razón nos dictan, tenemos un equipo de
trabajo excelente pero de repente nos invade una duda profunda, cuestionamos la eficacia,
lo productivo, el tiempo invertido. Esta duda Dios la permite porque nos
fortalece en la obra, una vez superada.
Es importante entender que Dios no
nos da misiones que no tengamos la capacidad de llevar, y si somos muy eficaces
hasta nos da un poquito más y más porque vamos demostrando entrega y confianza,
como en la parábola de los talentos (Mateo 25, 14,30).
Ahora bien, esto no solo ocurre
del lado positivo, es decir, cuando emprendemos labores positivas de
evangelización o seculares. También ocurre cuando se trata de abandonar pecados,
vicios o ser mejores personas tras querer renunciar a ciertos apegos. Cuando comenzamos un camino de
sanación y liberación sería el equivalente a matar ese tigre que nos tenía
oprimidos, esclavos, tristes. Pero luego de tomar esa valiente decisión nos
invade la duda: “¿por qué debo yo renunciar a esto que me gusta si la mayoría
lo hace? (uso inadecuado de la sexualidad, masturbación, alcohol, drogas, violencia, venganza,
corrupción, etc)” y esa duda también puede tener las mismas razones que las que
mencioné en el sentido positivo de un proyecto o emprendimiento, es decir, por falta de planificación o
acompañamiento de sacerdotes o profesionales y por la tentación del demonio,
que en este caso será muy fuerte porque se trataría de abandonar su territorio
para volver a Dios, y créanme, el demonio peleará con todo por ti.
Quienes pueden vivir una vida
sacramental plena (confesión, comunión) deben reforzar sus energías y fortalecer
sus vidas con esta práctica. No vivir en gracia nos deja muy expuestos al mal.
Pero aún así Dios nos sorprende y también da gracias especiales para quienes, de forma temporal, viven alejados de
los sacramentos por diversas razones queriendo
volver a ellos. Ahí la misa, la palabra de Dios y la oración son
herramientas imprescindibles e innegociables. No será el Yoga, los libros de
auto ayuda, el horóscopo, los que te ayuden; más bien esas cosas te acomodan
para vivir en el mal, silencia tu conciencia y nos hacen autómatas. La palabra
de Dios confronta, interpela, corrige,
perdona y salva. ¿Quieres eso para ti? Te invito a caminar conmigo que
también ando, como tú, luchando contra mis demonios. Dios te bendiga, nos vemos
en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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