domingo, 26 de julio de 2015

LA DESPENSA DE MIS PECADOS

En la mayoría de los hogares existe un lugar donde guardamos los alimentos o provisiones de alimentos. De hecho, no podemos negar que una de nuestras más grandes preocupaciones es mantener esa despensa con lo esencial para asegurar que no nos falte para comer.
En nuestro mundo espiritual también podríamos hablar de una despensa donde almacenamos los nutrientes del alma, los buenos que Dios nos da de forma gratuita y los malos que suelen ser los más costosos, los más gustosos pero a su vez los más dañinos.
La comparación la podríamos hacer imaginándonos una despensa llena de puras chucherías (snacks), refrescos (soda) y casi nada de nutrientes, proteínas, carbohidratos.  Por eso la administración de una despensa no consiste solo en un tema de recursos económicos, sino también de sabiduría, de saber a qué decir sí y a qué decirle no.
¿Cómo está tu despensa espiritual?, quizás en ella estén almacenados paquetes de codicia, de mentira, de lujuria, de envidia, de indiferencia, de ira, de rencor, de celos, de superstición, de sincretismo, etc. Y esos alimentos, dañinos, debemos sacarlos de nuestra despensa porque restan espacio a los dones y virtudes que Dios nos da para vivir una vida espiritual sana y centrada.
Un error común es justificar todo lo que Industrias Pecado nos vende. Así como decidimos, cuando hacemos mercado, comprarnos una bebida costosa “para darnos un gusto”, un helado “para darnos otro gusto”, lo mismo hacemos para justificar la adquisición permanente de estos excesos espirituales que nos conducen lentamente a la muerte. También podemos comparar nuestra despensa con otras. Es frecuente que cuando conocemos y visitamos amistades nos den ricos pasapalos, buenas bebidas, y eso pueda provocar en nosotros algo de envidia y deseo de poder tener cosas similares. Así, podemos llegar a envidiar la amante de algún amigo, la facilidad de engaño de otro amigo, el cuerpo operado de otra amiga. Al final, la fuerte campaña publicitaria que Industria Pecado hace en nuestra sociedad nos hace creer que nada hay más nutritivo para nuestra alma que aquello que nos da placer, aunque las letras pequeñas adviertan lo peligroso que es para nuestra salud.
Si llenamos la despensa solo con los productos (dones) que Dios nos regala, no tendremos cosas tan grasosas, dulces y de alto contenido alcohólico, pero sí tendremos salud, una salud que nos alejará de adicciones, nos mantendrá la mente sana y nos permitirá alcanzar la vida eterna.
Todos los productos que el demonio comercializa en nuestras vidas, por una cadena de distribución llamada tentación, llegan a nuestra despensa por nuestra voluntad, nunca olvidemos eso. Pero al igual que con el mal, los bienes espirituales también llegarán a nuestra despensa por nuestra voluntad, porque también hay despensas vacías, que dejan hogares en emergencia alimenticia, y que muchas veces no tienen los productos de Dios por falta del único recurso necesario para adquirirlos: la fe, porque los dones de Dios no requieren dinero, requieren nuestra voluntad de amarle y seguirle. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi

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