“Es preferible” es una palabra
muy usada a la hora de permitirnos la permanencia de un pecado ostentando no
tenemos uno peor. De esta palabra, para que me puedan entender mejor, se pueden construir
oraciones como estas: “es preferible que mi hijo use condón y tenga sexo a que
sea un padre irresponsable o aborte”; “es preferible que mi hijo me robe a mí a
que ande robando en la calle”, “es preferible masturbarse que andar teniendo
relaciones con mujeres y exponernos a enfermedades venéreas”; así, de
preferencias en preferencias, el pecado siempre encuentra una habitación cómoda
y protegida dentro de nuestras vidas.
Esto se parece mucho al tema de
las “mentiras blancas” y las “mentiras negras”, llegando esto a inspirar frases
de canciones, como la que canta el cantautor guatemalteco Ricardo Arjona: “Una mentira que te haga feliz vale más que
una verdad que te amargue la vida”.
Lo puedo decir, hablando desde mi
propia experiencia de vida, que la única forma de que podamos vivir "cómodos" con
cualquier pecado es silenciando gradualmente a la conciencia. La excusa de “somos
humanos y nos equivocamos” no es una licencia abierta para aceptar el pecado,
abrazarlo y consentirlo; sino una realidad que nos invita a estar alertas ante
el mismo, educarnos en lo que es y no es correcto a la luz de una
verdad, que para el cristiano no es otra que la revelada por Jesús, depositada
en el Magisterio de la Iglesia.
No es fácil, ¡claro que no lo es!.
Es prácticamente vivir toda nuestra vida contracorriente, contra la popularidad
y la aceptación. “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y
amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por
ella” (Mateo 7,13). Y esta es la clave
para la enseñanza. Por la puerta angosta no pasa el pecado, así sea un pecado
pequeño, que haya tenido buenas intenciones.
Lo que debemos evitar como
cristianos es silenciar la conciencia. Es sana una conciencia que nos
interpele, que nos regañe, que nos acuse, porque todo esto refleja el amor de
aquel que no desea otra cosa para nosotros más que nuestra propia salvación. Dije
una vez a una amistad que me interpeló por algo que dejé de hacer: “Si no lo
hubieras hecho no serías mi amigo(a) sino un(a) cómplice". Y es que la verdad es
amistad con nosotros, es la armonía entre la mente y la moral, filtrada por la
conciencia a través de la cual Dios nos habla siempre. Más que temerle al
pecado temámosle al peor de todos los pecados: JUSTIFICARLO. Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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