lunes, 20 de julio de 2015

LOS PECADOS MENOS PECAMINOSOS



 “Es preferible” es una palabra muy usada a la hora de permitirnos la permanencia de un pecado ostentando no tenemos uno peor. De esta palabra, para que me puedan entender mejor, se pueden construir oraciones como estas: “es preferible que mi hijo use condón y tenga sexo a que sea un padre irresponsable o aborte”; “es preferible que mi hijo me robe a mí a que ande robando en la calle”, “es preferible masturbarse que andar teniendo relaciones con mujeres y exponernos a enfermedades venéreas”; así, de preferencias en preferencias, el pecado siempre encuentra una habitación cómoda y protegida dentro de nuestras vidas.

Esto se parece mucho al tema de las “mentiras blancas” y las “mentiras negras”, llegando esto a inspirar frases de canciones, como la que canta el cantautor guatemalteco Ricardo Arjona: “Una mentira que te haga feliz vale más que una verdad que te amargue la vida”.

Lo puedo decir, hablando desde mi propia experiencia de vida, que la única forma de que podamos vivir "cómodos" con cualquier pecado es silenciando gradualmente a la conciencia. La excusa de “somos humanos y nos equivocamos” no es una licencia abierta para aceptar el pecado, abrazarlo y consentirlo; sino una realidad que nos invita a estar alertas ante el mismo, educarnos en lo que es y no es correcto a la luz de una verdad, que para el cristiano no es otra que la revelada por Jesús, depositada en el Magisterio de la Iglesia.

No es fácil, ¡claro que no lo es!. Es prácticamente vivir toda nuestra vida contracorriente, contra la popularidad y la aceptación. “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Mateo 7,13).  Y esta es la clave para la enseñanza. Por la puerta angosta no pasa el pecado, así sea un pecado pequeño, que haya tenido buenas intenciones.

Lo que debemos evitar como cristianos es silenciar la conciencia. Es sana una conciencia que nos interpele, que nos regañe, que nos acuse, porque todo esto refleja el amor de aquel que no desea otra cosa para nosotros más que nuestra propia salvación. Dije una vez a una amistad que me interpeló por algo que dejé de hacer: “Si no lo hubieras hecho no serías mi amigo(a) sino un(a) cómplice". Y es que la verdad es amistad con nosotros, es la armonía entre la mente y la moral, filtrada por la conciencia a través de la cual Dios nos habla siempre. Más que temerle al pecado temámosle al peor de todos los pecados: JUSTIFICARLO. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi





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