Si para San Agustín resultó algo
frustrante pretender entender el misterio de la Santísima Trinidad, aunque no
por ello dejó de predicar y escribir sobre ella, más atrevido resultaría para
mí, con muchísimo menor conocimiento y sí mayores pecados, pretender hablar de
la personalidad de Dios. Pero no lo haré porque lo conozca, lo haré porque Dios
es persona y por ende, dentro de su divinidad, real, eterna y santa, debe haber
características propias de una personalidad.
Buscando alguna definición sobre
la personalidad conseguí esta de la famosa Wikipedia que dice así: “La personalidad puede sintetizarse como el
conjunto de características o patrón de sentimientos, emociones y pensamientos
ligados al comportamiento, es decir, los pensamientos, sentimientos, actitudes,
hábitos y la conducta de cada individuo, que persiste a lo largo del tiempo
frente a distintas situaciones distinguiendo a un individuo de cualquier otro haciéndolo diferente a los demás”.
Con ello podríamos intuir que en Dios hay cosas que le agradan y cosas que no,
hay conceptos morales establecidos, hay, en pocas palabras, la visión clara de
lo que para él es correcto y lo que no lo es. Me pareció importante enfocarme
en esto porque así podemos separar algo que nosotros aplicamos con cierta
regularidad en otras personas, cuando emitimos juicios de personalidad basados
en algunos rasgos que conocemos para
con ellos completar aquellos que nos son desconocidos.
¿Puede alguien presumir que
conoce a Dios, que sabe sus gustos y normas morales?, responder que no, desde el
cristianismo, no es del todo correcto porque en la figura de Cristo hallamos
muchas respuestas en torno a estos aspectos de la personalidad de Dios (Padre,
Hijo y Espíritu Santo). Frases de Jesús tales como: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10,30), “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14,9), “Yo le conozco, porque procedo de Él, y Él me
envió” (Juan 7,29) le hacen una
fuente confiable, considerando que su mensaje ha perdurado por más de 2000 años
en la mente y el corazón de sus sucesores apostólicos (obispos) y en quienes nos
confesamos, por el bautismo, seguidores de esta doctrina.
Y esta es la clave para poder
entender la voluntad de Dios, los aspectos que mueven su personalidad, no como
un objeto de estudio del hombre desde el punto de vista positivista del
control, sino desde la revelación que da sentido a nuestra existencia. Dios no
es, aunque muchos apliquemos ese método de adaptación y aceptación, lo que
nosotros queremos que sea. Y ese fracaso a la hora de querer penetrar en el
conocimiento de Dios es similar al que condiciona su amor si la persona es lo
quiere que sea, porque al final nos estaríamos enamorando de nosotros mismos.
Aceptar a una persona diferente a
nosotros es conocerla tal cual es, y en el caso de Dios esto es fundamental
porque no se trataría de perder una amistad y listo, o de buscar suplentes y ya,
sino que siendo Dios el dueño de la eternidad, es esa eternidad la que ponemos
en juego por no salir de nuestros conceptos y formas de entenderlo sumamente
limitados.
LA IGLESIA
Entonces, ¿cómo podemos profundizar
en la personalidad de Dios?, ¿qué fuente podemos utilizar para ello? El mensaje
de Jesús y el depósito de su mensaje en sus seguidores primarios, los apóstoles
hacen que la Iglesia Católica sea la fuente primaria y por excelencia para atribuirse
este derecho, derecho adquirido por la voluntad de Jesús, no por mérito propio.
Dos pasajes bíblicos (no siendo los únicos) vienen a mi mente sobre ello, cuando
Jesús expresó primero su voluntad de fundar una Iglesia y cuando dio poder sobre
ella en la figura de los apóstoles, los cuales son Mateo 16,18 y Juan 20,23.
Por ello el contenido principal de toda catequesis parte de que el catequizado
conozco la moral, la doctrina, los dogmas y mandamientos de la Iglesia, porque
amando y reconociendo en ella la verdad tendremos un acercamiento profundo,
nunca total, de la personalidad de Dios.
LA GNOSIS Y SUS DEBILIDADES
La gnosis considero ha sido y
sigue siendo la principal competencia de la Iglesia a la hora de desarrollar
ese conocimiento de Dios. Muchos buscan conocer a Dios con ejercicios de
meditación, profundizando en su yo interior. Pero ¿qué riesgos implica
esto?, La búsqueda por conocer a
Dios dentro de nosotros es colocar a Dios dentro de un molde donde saldrá un
ser semejante a nosotros, más no el ser que realmente es. Aunque San Agustín
citara: “Y tú Señor estabas dentro de mí
y yo buscaba afuera” ese hallazgo no va referido al conocimiento de Dios
sino al encuentro con él, a la manera intrínseca que tenemos de relacionarnos
con él desde la oración, desde el pensamiento. San Agustín descubre aspectos
amplios de la personalidad de Dios en la Iglesia, ayudado por las enseñanzas
del obispo Ambrosio, quien por su condición de obispo lo hace sucesor de los
apóstoles. Así si queremos aceptar a Dios, como persona que es, debemos
profundizar en el conocimiento de sus principios y normas y no pretender, como
muchas veces hacemos con vecinos, amistades o conocidos, ajustarlo a nuestra
moral, a nuestro modo de entender el mundo, porque así jamás tendremos un Dios
que nos guía, que nos corrige y nos salva, sino un falso dios que nos acompañará
en el pecado, nos acomodará al mundo y será cómplice de nuestros fracasos.
Tres personas, un mismo Dios, una
misma personalidad, una misma moral, un mismo mensaje, una misma Iglesia, un
único camino de salvación. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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