En ustedes, mis hermanos
creyentes, la palabra clave es la CONFIANZA. Ustedes me recuerdan mucho a
nuestros primeros padres, Adán y Eva, porque en ellos, abundantes en confianza y
gracia, no cupo el espacio para discernir en mal que les asechaba. El pecado de ellos no fue comer un fruto en
sí, porque ese fruto no estaba envenenado ni mucho menos, el pecado consistió
en desobedecer a Dios en un mandato directo y sin grises.
El demonio se mostró ante Eva
amistoso, sabio y dueño de la verdad. Le dijo a Eva que si comía (que en
realidad era si desobedecía) del fruto prohibido conocería la verdad absoluta,
el bien y el mal. Y no era mentira, porque así fue. Pero no fue el mordisco el
que le dio ese conocimiento del mal (porque el bien ya lo conocía), sino que su
propia acción de desobedecer la hizo fundadora de ese mal en la raza humana,
mal que ya conocía el mundo angelical por la rebelión de Lucifer.
El demonio, con ello, logró
introducir su mal, contando nosotros correríamos con el mismo destino de
desgracia eterna que él, pero no fue así, porque el pecado de nuestros padres
fue por ignorancia pero el de él fue a total conciencia y voluntad.
Ustedes, hermanos espiritistas se
preguntarán, ¿Y todo esa historia qué tiene que ver con nosotros?; pues tiene,
y mucho, porque a pesar de que muchos sientan dan un servicio de ayuda,
protección, sanación, liberación y hasta de justicia, los poderes que creen
desarrollar, producto de algún don, los poderes que se atribuyen de conocer,
ver y predecir, son poderes producto de una confianza aprendida en seres que
ciertamente, más por fe que por experiencia de vida, piensan son buenos.
El Espiritismo, sin ser yo un
gran experto, se mueve por CORTES, esas cortes (vikingos, indios, la corte de
María Lionza, etc), a diferencia de otras creencias, tienen constantes
manifestaciones. Estos seres, como Negro Primero, Simón Bolívar y hasta el
doctor José Gregorio Hernández (nuestro siervo de Dios en el catolicismo), se
expresan a través de médiums, persona con la capacidad de recibir espíritus.
Cuando yo he escuchado a espiritistas que les preguntan: ¿Y cómo sabe usted que
ese espíritu que está ahí es realmente quien dice ser?, la respuesta común es:
“Porque el espíritu así lo dice y porque lo reafirma cuando me dice cosas de mi
vida que nadie sabría”. Con eso retomo la palabra del inicio de esta carta,
todo depende de la CONFIANZA. Como nosotros los cristianos dependemos de la
confianza, la fe, depositada en Jesús, su Iglesia y la tradición apostólica.
Pero cabe una posibilidad. ¿Y si
como le pasó a Eva, esos espíritus, esas cortes, fueran demonios disfrazados de
entes con historia vaga y funciones dudosas? La respuesta de ustedes quizás
sería que demonios no pueden ser porque los demonios nunca harían el bien y con
el espiritismo ustedes han hecho cosas buenas por los demás y por ustedes
mismos. A eso yo haría otra pregunta: ¿ustedes conocen realmente a los
demonios? Jesús definió al demonio como el príncipe de la mentira, el tentador,
el asesino. La soberbia del demonio está en su hambre de ser adorado como un
dios. Por eso San Miguel le exclamó, en su infeliz momento de rebelión: “¿Quién
cómo Dios? Y desde entonces el demonio no ha cesado en su intento por doblegar a la humanidad y alejarla
de Dios. Recordemos una de las tentaciones, al propio Jesús, consistió en
adorar al demonio y este le daría poder y gloria. Y Jesús le respondió: “Amarás
al Señor tu Dios y solo a él adorarás”.
En ninguna parte de la biblia, de
la verdad revelada inclusive por el mismo Jesús, se nos habla de mediadores
potenciales entre Dios y los hombres. Jesús jamás atribuyó poderes especiales a
nadie entre Dios y nosotros. Él le decía a sus apóstoles que expulsarían
espíritus y sanarían personas en el nombre suyo (de Jesús). ¿Usa el espiritismo
el nombre de Jesús para sanar, liberar, curar? La respuesta es no. Las ofrendas
y sacrificios que ahí se hacen, los baños e inclusive posesiones que se
realizan son en el propio nombre de los invocados y es así donde entra el gran
peligro a lo desconocido.
El Padre Antonio Fortea, experto
en demoniología, explica por qué los demonios pueden hacer milagros y aparentes
favores a las personas, y lo explica con un fin mayor. Ellos buscan ganarse
nuestra confianza, a través del disfraz que sea, para alejarnos de Dios, poco a
poco. Muchos espiritistas afirman que ellos sí son cristianos o creyentes en
Dios, que jamás niegan su existencia y que por eso es absurdo atribuirles actos
diabólicos; pero es que los demonios también saben y reconocen a Dios. Al mismo
Jesús muchos posesos le decían: “Tú eres el hijo de Dios”, otros “por qué has
venido a atormentarnos” Y no por eso los demonios se convirtieron al
cristianismo.
Dios no necesita ayuda ni
intermediarios para escucharnos y amarnos. Ni los santos cristianos, a quienes
le fe popular les atribuyen favores, están hechos para hacer milagros. Su gran
favor para con nosotros es mediar, orar por nuestra salvación. Son ejemplos de
vida y FIDELIDAD. Y ustedes también están llamados a ser santos en la gracia de
Dios.
Es duro renunciar a los frutos de
una creencia que transmite o da la sensación de tanto poder. Y ojo, el poder sí
existe en el espiritismo. Pero ese poder nunca ha sido de ustedes. Así como
Dios nos da dones que si él ve no están siendo bien usados pueden ser removidos
por su poder, estos aparentes dones espirituales en el espiritismo no son de
Dios ni de ustedes, son del demonio. Hagan la prueba, antes de invocar cualquier
entidad invoquen el nombre de Jesús, ponga a Dios delante, a María Santísima
(por quien el demonio profesa un odio especial y terrible) y permiten que la
gracia de Jesús penetre en sus
corazones. Ahí descubrirán la verdad y “la verdad los hará libre”. El Padre les
recibirá como la parábola del hijo pródigo y con el perdón sacramental serán
sanados. Como dice el salmo 34(33): “Haz la prueba y verás que bueno es el
Señor”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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