jueves, 29 de enero de 2015

CARTA A MIS HERMANOS MUSULMANES







            ¿Un mismo Dios?...Mis queridos hermanos discúlpenme que inicie esta carta con semejante interrogación pero el motivo por el cual les escribo es más de llamado que de distanciamiento. Por siglos nos han hecho pensar que el Dios que adoramos, musulmanes y cristianos es el mismo. Y en esencia pareciera que sí pero con muchísimo atrevimiento les diré que no.
            Una cosa es reconocer que tenemos un mismo Dios, algo que hasta los demonios reconocen, pero otra muy distinta es afirmar que el Dios que adoran ustedes es el mismo que adoramos nosotros.
            Su profundo amor por Alá y el profeta que veneran por encima de todos los demás profetas (Muhamad o Mahoma) les hace tomar un camino de salvación que dista de Jesús como único camino de salvación. Para ustedes, mis hermanos, Jesús fue un HOMBRE profeta, de gran poder y bendición, para nosotros Jesús es VERDADERO DIOS y VERDADERO HOMBRE y él mismo se definió camino de Salvación. Jesús afirmó: “Nadie va al Padre si no es por mi”, también dijo: “quien me ha visto a mi ha visto al Padre que me envió”. A uno de sus discípulos, Felipe, le increpó cuando este le pidió que les mostrara al Padre (para ustedes Alá), y Jesús dijo: “Felipe, tanto tiempo que estás conmigo y no me conoces…el Padre está en mí y yo en el Padre”. En el bautismo de Jesús, Dios dijo: “Este es mi hijo amado en quien me complazco” y ahí se manifestó por primera vez la Santísima Trinidad. No le llamó profeta, le llamó hijo.
            Su fe se basa en la confianza en un hombre. La nuestra partiendo de Jesús, se basa en la confianza en doce hombres que convivieron de cerca con Jesús, los apóstoles. Pero paradójicamente, uno de los más grandes apóstoles de nuestra fe nunca convivió con Jesús, su nombre Saulo y tras su encuentro con Cristo, siendo judío y perseguidor de cristianos, como muchos de ustedes (en su ala más extremista) pasó a llamarse Pablo. Pablo odiaba a los cristianos, les creía herejes. Estuve presente en la muerte de Esteban, nuestro primer mártir. Y cuando tuvo su encuentro fuerte con Cristo, preguntándole este “¿por qué me persigues?” Esa pregunta, cuyo encuentro dejó por consecuencia una ceguera temporal, transformó a un NO CRISTIANO, como ustedes, en un ferviente defensor de Jesús en su carácter divino y humano. Pablo fue el que afirmó  algo que ustedes, no sé por qué, niegan; Pablo dijo: “Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe”. Y en la carta a los Gálatas advierte, (seis siglos antes de Muhammad) que no habría otro evangelio y, cito: “Si un ángel del cielo les dijera algo diferente a lo que nosotros les hemos enseñado ¡fuera con él!”. ¿No fue un ángel el que le habló a Muhammad, supuestamente el ángel Gabriel?
            Nuestra fe cristiana, que también puede ser de ustedes, es una fe de vivencia, de encuentro con aquel que entregó su vida por la salvación de las almas. El amor de Dios por nosotros, los hombres, sus hijos, es tan grande que Jesús lo definió ante Nicodemo (en Juan 3) así: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único hijo para la salvación de las almas”.
            Se podría afirmar que todas las cosas que escribo están sujetas a interpretaciones humanas, que fueron escritas y tergiversadas por hombres. Pero, ¿no se podría tener la misma duda sobre el Corán?
            Hay una historia que ustedes deben conocer muy bien. El día en que nuestro Francisco de Asís, el santo, fue a convertir al gran conquistador, Sultán, llamado Saladín. Este le escuchó con atención y le perdonó su vida por su valor y pasión a la hora de hablar sobre lo que Francisco llamó, la verdadera fe. Es verdad que no lo convirtió, pero le escuchó y esa semilla quedó en su corazón.
            Nuestro amor a Dios no es superior al de ustedes. El amor no se mide por fe sino por obras, lo que nos hace hacer, cómo nos transforma.
            Amar solo al Padre, al Dios  creador, y no reconocer a Jesús hijo como el único salvador del mundo les priva de una gracia fundamental. Porque despreciar al hijo y su proyecto de salvación, hoy canalizada en la Iglesia, en los Sacramentos, en el amor, es despreciar a Dios mismo.
            No busco un milagro con mi carta. Solo se la entrego a Dios Padre, al que ustedes llaman Alá, para que al leer estas líneas, él toque sus corazones y el mío y nos permita unirnos  contra nuestro verdadero y gran enemigo: el pecado.
            No hay una fe superior, simplemente hay un camino de salvación que es Jesús “camino, verdad y vida” y como este le dijera a Pilatos cuando Pilatos le preguntó qué era la verdad, Jesús respondió: “Quien es de la verdad escucha mi voz”. Ojalá mis queridos hermanos puedan escuchar una vez la voz de Jesús, como Dios y salvador, y estoy seguro, él hará el resto. Dios les bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi
29-01-2015

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