Pareciera, en estos tiempos
difíciles para la fe cristiana, que nuestro credo, en sus doctrinas
y dogmas, se está convirtiendo en franca minoría. Hoy quienes de alguna forma
defienden ante abrumadoras mayorías y fuerzas del pensamiento las enseñanzas de
Cristo, sobre todo en aspectos morales como el matrimonio y la vida, pareciera
que luchan cada vez más solos.
Esta realidad me invitó a pensar
y comparar el pasaje del evangelio que narra a un Jesús dormido en una barca en
medio de la tormenta (Mateo 8, 23-27 / Marcos
4:35-41 ó Lucas 8, 22-25). Los ruidos del mundo y los ataques que golpean hoy a la
Iglesia Católica y a sus enseñanzas como vientos huracanados, tienen el
franco deseo consciente o derivado de hundirla o desdibujarla de lo que
en esencia es. Esta lucha contra corriente, que en lo particular la he vivido
inclusive en mi corta experiencia docente como profesor de religión, cansa,
entristece y hasta nos puede llenar de frustración y rabia. Es tan poderosa la
corriente del pensamiento contraria a la fe que uno puede llegar a sentirse
solo, peleando solo, defendiendo a un Dios que pareciera dormir de indiferencia
ante todo esto.
En el pasaje histórico del
evangelio la actitud de los discípulos nos deja varias enseñanzas. A pesar de
sus miedos no saltan del barco sino que buscan
a Jesús. No colocan su confianza en el temor ni en la desesperanza. Su
actitud no es derrotista sino de búsqueda. Y es ahí, en su tiempo, que a veces
pareciera poner a prueba nuestra paciencia, que Jesús se levanta, calma el mar y al viento y todo vuelve
a la normalidad. La barca no se hunde y todos, absolutamente todos los que
estaban en esa barca con Jesús se salvan.
El evangelio no aclara si para
ese momento había otras barcas en el mar padeciendo los mismos embates del mar,
no nos aclara si alguna otra barca sí se habría hundido. Pero lo que sí queda
claro es que solo de la barca de Cristo vino la calma, y esa calma benefició
inclusive aquellos que no estaban con él, porque como el mismo señaló, “él hace brillar el Sol para justos y
pecadores”
La clave de toda esta historia es
la permanencia y fidelidad. El no dejarnos arrastrar por corrientes de
pensamiento tiránicas que abogando una falsa moral y falsos derechos pretenden,
diabólicamente, sacar a Dios, al verdadero y único Dios, del pensar y el
quehacer social. Permanezcamos fieles a la doctrina porque ese Cristo que
pareciera dormir despertará y todos se preguntarán: “¿Quién es este que hasta los mares y los vientos le obedecen?”. Dios
los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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