viernes, 4 de diciembre de 2015

LOS NIÑOS NECESITAN LLORAR





La cultura que busca evitar el llanto y el dolor en los infantes ha calado muy hondo en los contenidos educativos generacionales. Los reforzadores positivos evitando expresiones que señalen que algo está mal hecho se ha institucionalizado como una correcta enseñanza que mantiene la autoestima del formado en niveles óptimos.  El otro reforzador es el que reduce o calma las conductas indeseadas, es decir, el niño se porta mal en un lugar público y como “no le debemos pegar”  lo mejor es brindarle una suerte de distractor que si bien no eliminará esa conducta en su vida la llevará a su mínima expresión para evitarnos una pena o molestia. Ejemplo de ello son los snacks o refrescos, caramelos y golosinas que son los reforzadores positivos de esas conductas, porque al final el formado entiende que “si me porto mal vienen golosinas”.

Para esto, como para otros temas como la eutanasia y el aborto (que no son tema de este artículo), siempre se toman los ejemplos más perversos y negativos de la sociedad. Al niño no se le debe pegar y la explicación la dan con imágenes de niños brutalmente golpeados por sus padres o cuidadores, y añaden que estos traumas (totalmente condenables) nada educan y más bien crean personalidades inseguras, introvertidas y dependientes.

Dice el libro de proverbios: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” Y más adelante agrega: “No ahorres corrección al niño, que no se va a morir porque le castigues con la vara”. Entonces la pregunta sería: ¿Hay en esto algún punto de equilibrio? Particularmente yo agregaría esta pregunta al debate: ¿Quién prefieres que corrija a tu hijo, la vida o tú? Los golpes que suele dar la vida a quienes no respetan la autoridad, a quienes transgreden normas, a quienes son ofensivos, a los de ética reducida y moral ligera, a los maleducados y vagos; suelen ser más duros y dolorosos que las sabias correcciones que los padres, desde el amor y el respeto su la integridad, hacen a sus hijos.
Razonar con el niño, argumento muy utilizado por psicopedagogos, explicándole el por qué no debe hacer las cosas y ofrecer conductas alternativas es sumamente subjetivo si partimos del hecho de que el razonamiento en un niño de 2, 3, 4 y hasta 5 años (tiempo límite que ponía Freud para la construcción de la personalidad y el carácter) no está al nivel cognitivo de su formador y no todos los padres tienen la paciencia o la pedagogía de transmitir todo el tiempo con palabras correctivos. Hablando de mi propia experiencia, mis padres no se ahorraron correas conmigo ni duras sanciones, algo que hoy les agradezco inmensamente y que para nada refleja en mí una emoción de odio o ira hacia ellos.

Ciertamente quien ama corrige. Y el reflejo de estas seudoteorías educativas lo vemos con mucho impacto en las nuevas generaciones que, aunque siempre sea malo generalizar, en su mayoría expresan poco respeto a sus mayores, usan lenguajes soeces y lo que más me preocupa es la poca capacidad de pensamiento abstracto y de arrepentimiento que muestran, de reconocer errores y fallas, de pedir perdón sinceramente. Acá quizás la tecnología le hizo mucho daño a la inteligencia, no siendo esto culpa de la tecnología en sí misma sino de quienes pensaron que solo a través de ella podemos educar valores y enriquecer el pensamiento.

Las cosas no hay que verlas en este sentido o blancas o negras. Ni esto es una invitación a pegarle al hijo por todo ni tampoco un alimento a la crítica de quienes se oponen a eso. Lo que sí es cierto es que la superflua visión del mundo como si educar a los hijos fuese una especia de trabajo de payasos en fiesta, de hacerles reír y evitarles sufrimiento, eso en nada contribuye a la salvación de las almas, ya que en la eternidad, cuando estemos delante de Dios, quizás sea más el tiempo que estemos llorando de vergüenza y dolor por las ofensas a hacia él, previo a la entrada al cielo, que el tiempo que estemos creyéndonos buenos, perfectos y santos.

Si amas a tus hijos edúcalos, edúcalos con autoridad, con esa autoridad responsable que Dios te dio para ser una figura en su vida mucho más importante que un simple amigo. Dios nos ama porque somos sus hijos y nos corrige porque nos quiere salvar del pecado y la mundanidad.

Así como mensaje final dice también proverbios: “porque el SEÑOR a quien ama reprende, como un padre al hijo en quien se deleita”. (Proverbios 3,12). Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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