miércoles, 25 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DEL CINE





El significado de la palabra Evangelio es buena nueva, y su uso está profundamente asociado a la figura de Cristo y su mensaje de salvación, escrito por algunos de sus apóstoles. No obstante, una buena nueva en el mundo moderno se genera por muchas vías no cristianas, y una de ella, de las más potentes por su capacidad de llegar en días a millones de personas, es el cine.

Lo creamos o no, el mundo del cine, con sus series, películas, es un poderoso transmisor de valores o antivalores, muy asociado, más allá de sus actores (que son los que venden las películas), a los guionistas, productores y directores.

El cine tiene dos maneras de entenderse. Una que llamaré espejo, el  cual como su nombre nos sugiere, refleja una realidad social. No siempre la cuestiona o la maximiza, pero sí la refleja. Quedando a juicio del consumidor visual qué hacer con esa historia en su propia vida. La segunda la llamaré propositiva, porque a diferencia de la primera, generalmente esta sí sugiere cambios de conductas, sobre todo basados en aparentes temas de discriminación social o tabúes.

Los éxitos del cine en la mayoría de los casos son los que tienen en sus contenidos escenas de violencia, sexo, conflictos amorosos (como en la famosa película “los puentes de Madison), conflictos religiosos (“el crimen del padre Amaro”, “El pájaro espino”, “La Duda”, etc). Y lo que sin duda es un gran fracaso es lo que apuesta a valores tradicionales, Dios o el amor (sin sexo).

En la reciente entrega de los premios Oscar (año 2015) uno de los premiados sugería al gran grupo de talentosos actores que utilizaran su poder de comunicar para transmitir valores, para enseñar cosas buenas se podría decir. Pero el gran enemigo de este evangelio, a diferencia del original evangelio de Cristo, es que este vive, se nutre y existe por el dinero, no por la convicción de un mundo mejor.

Cuando yo he escuchado personas defendiendo películas como la reciente 50 sombras de Grey, que ven “amor” y “mensaje” en algo que es meramente comercial para hacer dinero; u otras películas que han impulsado en la mente del consumidor conductas aberrantes, el amarillismo y la adaptación a lo cruel, uno nota que en el cine hay una “buena nueva” que está siendo altamente consumida y aplicada.

Esto es como hablar del evangelio del arte musical, que sería para otro artículo. Porque como quizás nos quería transmitir San Felipe Neri, cualquier actividad que no tenga por fin conocer, amar y servir a Dios, es pérdida de tiempo.

El cine se presenta como el espacio del encuentro, la tolerancia, la igualdad; y ¡ojo!, su mensaje es potentemente consumido. En el cine lo trascendente no es la eternidad, es la felicidad en esta vida o en la imaginaria, la que no existe, llena de súper héroes, comics o historia de altísima ficción. La misma película “La Pasión de Cristo”, para mí una joya de evangelización y apego a la verdad, fue exitosa más por sus escenas crudas que por la invitación a reflexionar sobre esa entrega de amor de nuestro salvador. Esa película contribuyó a la conversión de personas, fue aplaudida por el mismo San Juan Pablo II, pero no figuró en los Oscar; vendió millones de dólares, pero fue una efervescencia coyuntural, propia del carácter finito de un éxito taquillero.

Jesús ve cine mas no se ve en él. El cine no es un motor de conversión, de cambio sí, pero no de conversión y es por ello que debemos medir y evaluar nuestra entrega incondicional a este mundo de engaños, porque al final, con la palabra “corten” todos vuelven a sus vidas reales, esperando el próximo guion. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi  






























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