Todo mensaje de navidad requiere iniciar con un gesto de
gratitud, con un simple gracias que exprese a todos una respuesta al cariño y
atención que han brindado a este pequeño espacio de evangelización cristiano.
Cada navidad siento se convierte más en un desafío pastoral
que en un recuerdo, porque si tuviéramos que sincerarnos a gran escala social,
nuestras navidades cada vez las percibo más distantes de Cristo y más cercanas
al consumismo.
Es sin duda impresionante como el mes en que más recursos
económicos solemos recibir a su vez cuenta con más opciones de gastos “obligatorios”
que terminan siendo una fuente de pobreza estable para los consumidores y
riqueza estable para los que ofertan. Así, regalos, comidas, estrenos fingen
ser un leal recurso de unión familiar, dependiendo las familias de estos para
sus encuentros y vivencias.
En fuerte contraste la imagen del niño se muestra pobre,
desprendido hasta de sí mismo, esclavo momentáneo de una condición indigna de
su naturaleza divina (la humana) y que lo hace, por un gesto de amor inigualable,
la salvación de la raza humana.
El agua pura de la navidad ha recibido gotas negras de
cohetes, alcohol, hedonismo y materialismo, y hoy aunque finja brillar no lo
hace con la luz de la estrella que nos anuncia la venida del salvador, sino con
luces artificiales que ya en enero dejan de tener sentido y el mismo vigor.
Tanto así que si somos honestos son muy pocos quienes con regularidad asisten a
la misa de precepto de navidad, celebrada la víspera de noche buena.
Lo anteriormente descrito no es un desaliento de navidad, al
contrario, es una invitación a pensar a Jesús. Como leía recientemente en un
estado de redes sociales del cantante católico Martín Valverde: “La navidad no es un tiempo, es Jesús”.
Navidad nos tiene que invitar a alegrarnos con el anuncio
del ángel, nos tiene que movilizar a adorar al protagonista de ese anuncio, nos
tiene que motivar a darle nuestros mejores presentes, que se centran en nuestro
tiempo y nuestros mejores esfuerzos y nos tiene, finalmente, que hacer concluir
que no hay mejor decisión en la vida que ser su discípulo, dejarlo todo y
seguirle, aunque ese camino termine en un calvario de cruz, porque al final la
fe nos hace saber y comprender que ya la muerte no tiene la última palabra
porque este Jesús ha vencido a la muerte para siempre.
No sabemos cuántas navidades nos queden por disfrutar pero
sí sé que de todas ellas cuando decidamos vivir una navidad, esa vivencia será eterna. Feliz Navidad 2015,
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi