Dijo Don Bosco: “No
hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien
tiene que decírselos.” Y es que cada vida, cada ser humano que es concebido en
el vientre de una mujer, es un ser pensado por Dios, con potencial altísimo de
pureza y con una misión por cumplir.
El terrible recuerdo que dejó el nazismo en la
historia de la humanidad, en especial en la Alemania de mediados del siglo XX
hace pensar, sin duda, que la maldad que puede ejercer el hombre, en especial UN hombre, es casi ilimitada (si no fuera por el auxilio de Dios). Pero es injusto pensar que Hitler era una especia
de anticristo, un ser concebido para el mal. Nada más alejado de la verdad que
eso. Hitler se hizo malo, se fue construyendo en maldad en la medida que esa
maldad FUE DEGUSTADA Y APOYADA por una sociedad que se identificaba con ese
lenguaje de superioridad racial, de conquista. Lenguaje que también compró la
sociedad norteamericana que menospreciaba a los negros, o la sociedad
venezolana que compró el discurso de la lucha de clases.
El demonio sugiere,
pero el hombre ejecuta. Y ese mal, sembrado en nuestros corazones, es
capaz de hacer horrores, porque sencillamente nos alejamos de Dios, vivimos
como si él no nos mirara, no nos juzgara, no existiera.
Hitler avanzó en una
sociedad que se deleitaba con sus discursos. Y su ego creció hasta el punto en
el cual no dudo él se debe haber sentido una deidad, un ser todopoderoso capaz
de conquistar el planeta entero. Una sensación de Alejandro Magno con Napoleón
Bonaparte, una aceptación de la tentación aquella narrada en el evangelio: “Todo
esto te daré, si postrándote me adoras” (Mateo 4,9). Hitler avanzó en poder y
maldad porque nadie le dijo que podía ser bueno, ningún profeta le advirtió de
los peligros de los caminos que recorría o simplemente él se entregó al mal. Pero sin duda, Hitler fue el reflejo de su sociedad,
no solo su líder. Fue seguramente la punta de ese Iceberg que hoy el mundo entero
recuerda que horror.
Hitler fue, pero la
sociedad sigue siendo. Hoy el Estado Islámico, el abuso de poder, la
corrupción, el narcotráfico, la mentira, el sicariato, etc; nos sigue
expresando que nosotros, las sociedades modernas, seguimos abrazando la
propuesta de Satanás: “Todo esto te daré, si postrándote me adoras” (Mateo 4,9).
A Hitler nos lo
regaló Dios pero nos lo arrebató el demonio y la sociedad que en su tiempo lo
pudo corregir y no lo hizo. Pero ¿no es lo mismo que ocurre hoy con los miles
de cristianos masacrados en el mundo y los países mirando para el piso o para
el techo?; ¿Qué expresión de Dios tienen
hoy los políticos que NOSOTROS escogemos nos gobiernen?
Hitler tenía una
misión pensada por Dios que sin duda jamás cumplió. La vida de Hitler no es
diferente a la tuya o la mía. Porque al final en nosotros, en todos nosotros
puede haber lo peor del demonio o lo mejor de Dios. Nosotros decidimos a quien
servir, para quien trabajar, en qué eternidad deseamos estar. Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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