Un título atrevido para quienes
nos hemos devorada las películas de Superman, sabiendo que es la Kriptonita precisamente
la que debilita, limita, a este héroe de los comics. Pero cuando uno busca
explicar el por qué de tanta violencia, maldad o impunidad ante los ojos de
Dios y este, al parecer, no hace nada, se pueden encontrar dos posibles
argumentos: Dios no existe porque si existiera no permitiría nada de esas
cosas, o la segunda explicación, que se me ocurre a mí, es que sí hay una Kriptonita
que limita a Dios, y esa Kriptonita se llama: libre albedrío.
Dios es Todopoderoso, entre otras
cosas, y como tal, no hay nada, absolutamente nada que no pueda hacer. Pero
dentro de sus creaciones, de sus ideas, él pensó en algo que a su vez lo
limita, y es que le dio al hombre absoluta y total libertad de decidir y obrar,
libertad que también le dio a los ángeles y que derivó en que un tercio de
ellos le rechazara (como señala el libro del Apocalipsis).
No es que la libertad del hombre
tenga poder sobre Dios, es que Dios le dio libertad al hombre para decidir en
todo lo relacionado a su vida, en especial, la decisión más crucial, pienso yo,
de la existencia humana, la de amar o rechazar a su creador.
Dios no actúa a la fuerza en el
hombre. Dios no obliga a nadie a amarle y seguirle, a serle fiel o a
evangelizar. Dios proclama una verdad y esta pasa por el filtro de la mente
humana, de nuestras creencias, soberbias, miedos, paradigmas. En ese sentido, y
es por esto en particular, que el mal existe en el mundo, porque la decisión de
los que obran en maldad es propia de la gracia de ser libres en el pensar y
obrar. No por ello la justicia de Dios no actuará, al contrario, lo hará en
todos y cada quien recibirá según corresponda por la justicia divina y por su
misericordia, para quien la busque, esta última, con humildad.
Dios quiso que fuésemos libres.
Nos creó a todos, nos dio un alma a todos, pero no nos salvará a la fuerza.
Como decía San Agustín: “El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
No es que el hombre en su
libertad podrá doblegar a Dios. Al final el beneficiado o perjudicado por el
uso de la libertad es el propio hombre. Esa es la diferencia de la Kriptonita
de Superman a esta que yo describo para Dios. A Dios nunca nadie le podrá
herir, matar o esclavizar. Su proceso de dolor y crucifixión fue voluntario, él
quiso morir por nosotros y esa historia de dolor, donde parecía que el mal había triunfado en Dios, fue superada con el grandioso éxito de la resurrección. La
libertad que limita el obrar de Dios en el hombre es aquella que no busca a
Dios, que le rechaza y que es como un cáncer, autodestructiva para su portador.
Dios nos quiere salvar a todos, pero no interferirá en la decisión de no querer
estar con él por apegos a pecados mortales o apego al mundo finito que
conocemos.
Entonces esa Kriptonita debe ser
superada solo con la decisión, libre, de decirle a Dios: “Soy todo tuyo, obra
en mi según tu voluntad”. Y en la salud o en la enfermedad, en la prosperidad o
en la pobreza, en la alegría o en el dolor, amarle, adorarle y servirle por los
siglos de los siglos, amen. Dios les bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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