martes, 31 de marzo de 2015

JESÚS NO TUVO AMIGOS






Dicen que los amigos se miden en los momentos difíciles, donde uno puede evaluar si se cuenta realmente con las personas que se dicen amigas, o si nosotros lo somos para aquellos que nos consideran sus amigos.

Una de las revelaciones más hermosas que Jesús le hizo a sus discípulos fue cuando él les dijo: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre” (Juan 15,15). La escritura no profundiza si alguno de sus apóstoles le abrazó luego de escuchar esto y le dijo a Jesús: “Tú también eres un amigo para nosotros” No sé si estas palabas de Jesús tendrían el impacto en ellos que sin duda debería tener para cualquier ser humano a quien Dios le diga, “tú eres mi amigo”. En los apóstoles, de hecho, yo diría que la comprensión del Jesús  junto con ellos se hizo latente, real, luego de pentecostés.

Jesús le dijo a un hombre que quería seguirle, como advertencia, “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. (Mateo 8,20) y no es porque Jesús no conociera personas que impresionadas con sus maravillas no hubiesen anhelado, como Zaqueo, que Jesús pasara una noche, o una vida, en sus hogares; sino porque Jesús aclara su misión y desapego a un mundo que si bien él lo creó, no es el destino final ni morada de su grandeza.

El momento de la prueba llegó. Y cuando Jesús es apresado, nos cuenta la sagrada escritura, todos, absolutamente todos huyeron. Pedro se arriesgó más al resistirse con violencia a aquel arresto injusto, cuando cortó la oreja de Malco, pero al final, pienso fue el que más hirió el corazón de ese que le llamó amigo con su negación reiterada concluida con el canto de un gallo que era el único testigo de su desprecio.
Los amigos de Jesús surgieron años y siglos después. Paradójico pero cierto. El martirio fue la mayor expresión de amor dada a Jesús, porque su concepto de amistad estaba claramente definido con su extrema manera de pensar: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15,13). Todos sus discípulos se convirtieron en sus amigos, todos los que fueron conociendo su mensaje y aceptándolo como salvador aceptaron dar la vida por el evangelio.

Yo no reflexionaré si nosotros tenemos amigos así. Me gustaría profundizar cómo somos nosotros como amigos. Porque un amigo más allá de ser ese con quien podemos desahogarnos, que nos entiende, que nos da hospedaje y comida, es el que unido al amor de Jesús y su verdad, nos confronta con nuestros errores y, porque nos ama, nos dice: “si sigues por ese camino expones tu salvación y tu dignidad”.

Cuando nos buscan como amigos para confesarnos relaciones amorosas extramatrimoniales, o actos de corrupción, soborno, o atentan y se burlan de nuestra fe, ¿cómo reaccionamos?, ¿cómo amigos de Dios o amigos del mundo?

Amistad es valentía en la verdad y Cristo es verdad. Quizás debemos meditar que no basta conocer a Jesús para llamarnos sus amigos, porque muchas personas le conocieron y lo buscaban por interés, por curiosidad. Pero hasta que no vivamos nuestro pentecostés seguiremos oyendo sin escuchar, viendo sin observar, viviendo sin amistad. Dios les bendiga, nos vemos en la oración

 Lic. Luis Tarrazzi

No hay comentarios.:

Publicar un comentario