Esta
afirmación sonaría muy extraña para quienes por conocimiento y experiencia han
estudiado la naturaleza angelical, sabiendo que estos seres, creados por Dios primero
que a los hombres, son en voluntad e inteligencia muy superiores a la
naturaleza humana. Pero mi afirmación no habla de ángeles comunes, ni de
ángeles buenos, de los que eternamente dan gloria y honor a Dios y le sirven;
yo hablo de una forma de ángeles desvirtuada, derrotada y que perdió toda
belleza: los demonios.
Los
demonios sabemos fueron ángeles, seres llenos de voluntad e inteligencia
elevadísima, divididos en jerarquía según sus cualidades y funciones. Y también
sabemos que, luego de su prueba, un tercio de estos ángeles se reveló, guiados
por Lucifer, a la voluntad divina, perdiendo su gracia y capacidad de amar
(porque todo el que rechaza a Dios y se aleja de él pierde el amor y la belleza
inherente a su propia existencia).
Así
los demonios, desde que son demonios, desde su derrota y caída, quedaron no
solo alejados de Dios sino que fueron denigrados a una condición muy inferior a
la del hombre, porque cual animales salvajes, su capacidad de obrar y actuar
quedó atada y supervisada a la voluntad de Dios, encadenados como perros. Su
poder consiste solo en TENTAR, no en obrar, ni siquiera cuando poseen a un
hombre pueden romper la voluntad de este para asesinar a través de nosotros,
porque Dios no se los permite, no porque no quieran hacerlo.
Entender
esta diferencia de fuerzas entre los hombres y los demonios hay que hacerlo
bajo la comprensión de dos palabras: Voluntad vs Tentación. Los hombres somos
dueños y señores de nuestra voluntad. El libre albedrío nos permite elegir qué
amar o qué odiar, cómo obrar para el bien o para el mal, nos permite dirigir
nuestras vidas. Por eso quien ama a Dios en su libertad se eleva en virtudes,
porque seguirle es sacrificarse y “negarse” a los placeres del mundo. La
tentación por su parte (que también podemos ejercer los hombres) es lo único
que logra hacer el demonio sobre la vida. Es cierto que sus tentaciones pueden
ser muy fuertes, pero siempre vencibles por el hombre. Y vencer esas tentaciones
alimenta la virtud, nos eleva en santidad.
Por
eso, si bien alguien que asesine podría indicar que escuchaba voces que le
indicaban que matara a esa persona, si bien alguien que ejerza algún tipo de
tortura (corporal o psicológica) sobre otra persona puede insistir en que fue
obligada por algún demonio (en estado de posesión o influencia), lo cierto que
es que estas afirmaciones serían imprecisas. En todo caso de homicidio,
violación, corrupción, lujuria, ira, etc; yo no dudo puedan haber demonios
tentando e influenciando, pero jamás serán responsables de la conducta criminal
en sí, porque la acción del demonio, su mal, es limitado por la voluntad
divina.
Los
ángeles, en cierta forma, ya tuvieron su revelación y prueba, su apocalipsis
por decirlo de alguna forma (aunque no es la más precisa), y luego de esa
prueba sus naturalezas definidas (ángeles y demonios) ya son irreversibles. Es
como la muerte en nosotros. Luego de ella ya no habrá otra oportunidad, o nos
salvamos (así sea a través de un largo estado de purgatorio) o nos condenamos
para siempre.
Por
eso los demonios son unos derrotados. Ellos buscan el mal porque son malos.
Ellos quieren que nosotros compartamos su triste destino como única forma de
buscar herir o dañar a Dios, que en su amor quiere que todos nos salvemos. Pero
ellos ya están vencidos por Dios. Y nosotros, si nos mantenemos del lado de
Dios seres vencedores también sobre ellos, porque no compartiremos su destino.
Solo
como nota final, sí hay una forma de que el demonio sea más fuerte que nosotros
y es a través de nuestra entrega al pecado, pecado que nos llevaría a la
condenación y a ser eternos esclavos de Satanás, el hoy más fuerte y terrible
de todos los demonios. Bien sea a través de la legión de serpientes (comandada
por Satanás) o de escorpiones (comandada por Lucifer), entrar en su mundo, en
su jaula, es exponernos a su dominio. Y eso Dios lo permite porque somos
libres. Hoy veo con asombro cómo crece el satanismo en el mundo, personas que
buscan adorar a Satanás y servirle. Es algo inexplicable fuera de la misma
tentación y soberbia de esas personas que quieren siempre llevar la contraria en
el mundo, personas en riesgo de compartir el destino de esos ángeles caídos que
por negarse a la voluntad divina pagan para siempre el dolor de su pésima y
absurda decisión.
Mientras
estemos vivos debemos aprovechar la gracia que Dios nos da, con su perdón, pero
volver a él a tiempo, antes que la muerte nos llegue como ladrón que entra de
noche en la casa y nos toma desprevenidos. Dios los bendiga, nos vemos en la
oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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