Siempre se dice que evaluar
tiempos pasados con criterios del presente es un gran error y en lo particular
creo que esa afirmación es muy cierta, pero no totalmente cierta. Unos de los
paréntesis que yo aplicaría es para el anuncio del evangelio en donde por
siglos la palabra ha demostrado ser el método eficaz para promover
conversiones.
Con el pasar de los siglos la
incorporación, no sustitución, de herramientas para la evangelización, como la
música, le dieron una mayor profundidad y mejoraron los entornos y de ahí
llegamos, creo yo, a la incorporación de juegos, videos. Así, no es un problema
cuando sumamos esfuerzos que nutran la principal vía de conversión que el
Espíritu Santo utiliza para traer almas al amor de Dios, el problema sí ocurre
cuando estas herramientas sustituyen casi de manera absoluta a la predicación,
porque ahí transformamos la fe en momentos alegres o tristes, pero como todo
momento, su efecto es superfluo, poco profundo.
Un tema grave que yo percibo en
las aulas de clase (educación secular en colegios católicos) es la
subestimación aguda que existe para los intelectos infantiles, algo que se
refleja en jóvenes que han vivido cantidad de convivencias y “retiros”, misas y
formaciones sacramentales pero cuando se trata de escuchar la palabra de Dios
se sienten desubicados, fastidiados, desmotivados. Carecen, en muchos casos, de
una capacidad de centrar sus ideas en conceptos y mensajes claros. Ahí quizás
el catequista se sienta obsoleto, poco atractivo y falto de dinamismo, pero
¿será ese el problema?
Si a algo responden los jóvenes
de ahora es a su entorno y estos no pocas veces están sobrecargados de
tecnología que ya hacen todo por ellos. Son cada vez menores los esfuerzos
físicos e intelectuales y eso repercute en la capacidad de abstracción y
comprensión de mensajes y enseñanzas. No obstante la solución no pasa por una
mutilación radical de estos recursos sino de un elemento primario que esté por
encima de todos ellos: fe en la palabra de Dios
Siempre he creído que los mejores
cantantes cristianos son aquellos que en sus canciones, al comienzo, a la mitad
o al final, dedican largas predicaciones vinculadas con sus temas, caso
puntual, el impacto que tuvo en mi vida la primera vez que escuché en un retiro
un audio de Martín Valverde. No eran los juegos ni las enlodadas las que me
llevaban a Jesús, era ese encuentro conmigo mismo, cuando llegaba a la puerta
de mi soledad, de mi conciencia y detrás de ella estaba Jesús, tocando,
esperando le abriese para entrar y cenar conmigo. (Apocalipsis 3,20).
La disciplina en la formación de
la fe es tan necesaria como lo es en el hogar. El niño debe conocer sus límites
y administrar los NO. Tener jóvenes en grupos que se mueren por tocar guitarra
o por los juegos de verano, pero en misa no escuchan una homilía ni la meditan,
que no manejen biblia o que desconozcan y
defiendan posturas morales de la Iglesia, lo que dicta es que se están es entreteniendo
más no evangelizando y lo que hoy necesitamos es transmitir el mensaje de la
revelación que salva almas, no más, no menos.
Jesús evangelizó a niños,
jóvenes, adultos y ancianos. Y lo hacía, como luego lo hicieran sus discípulos,
desde el testimonio vivo y la fe real, una convicción potente que permitía al
Espíritu Santo obrar con libertades y con pocas
distracciones. Sin un timbre de
recreo que anunciara que después de la charla venía lo bueno, lo que de verdad
divertía.
Recordamos las palabras de Jesús
cuando señalaba: “donde está tu tesoro
está tu corazón” así el reto de la evangelización es cambiar el tesoro del corazón de las personas sin cambiar su misión
de vida y su vocación sacramental, estimulando vidas consagradas en el
orden o en el matrimonio. ¿Lo estamos logrando?, esa respuesta solo la
conocen las estadísticas pastorales de cada movimiento, grupo, ministerio o
acción pastoral.
Leo con mucha frecuencia personas
que critican a personas que hoy, siendo adultos, no expresan un testimonio
coherente de las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia habiendo pasado por grupos
católicos juveniles y, quizás, eso sea cierto. Yo mismo, muchas veces, he sido
parte de ese anti-testimonio criticable. Pero la causa de esa realidad, además
de las amenazas del maligno y las tentaciones, se debe a muchos encuentros con
Jesús sin experiencia de Jesús, sin vivencia real de Jesús. Una experiencia
transformadora que logre en nosotros conversiones tan radicales como las de San
Agustín, San Francisco, Santa Teresa de Jesús. Es decir, sabemos que no todos
responderán igual, pero lo que no debe ocurrir es que para engañarnos en
cantidad de miembros y la permanencia de grupos entonces transformemos el
mensaje de Jesús en una suerte de plan vacacional vacío, en un centro de
reuniones sociales o en un lugar de cuidado de niños. El inicio y el fin, el
centro y la meta de toda esta labor es Cristo, el alfa y la omega de toda
existencia humana y el amor y defensa de la Iglesia Católica. Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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