domingo, 3 de enero de 2016

¿HAY DEMAGOGIA EN DIOS?



La demagogia suele tener como principal característica el incumplimiento de promesas que anhelan personas necesitadas; y tiende a tener por protagonista a los pobres.

Muchos políticos son expertos en el arte de la demagogia que se traduce en el depósito de la confianza de un electorado necesitado que expresa su apoyo a través del voto. Por eso la política suele ser cíclicamente decepcionante. En este sentido comienzo por reconocer que Jesús también utilizó el lenguaje de los pobres y de las promesas para con ellos. Pero ¿fue Jesús un demagogo?

La separación que alimentaría mi argumento de que NO lo fue es la definición de pobreza para el mundo y la definición de pobreza para Dios. Mientras el mundo dirige la noción de pobreza hacia el no tener, carencia de bienes o servicios, Dios nos alienta a ser pobres, inclusive dándole a la condición un estatus positivo cuando llamó a los pobres felices en el sermón de la montaña conocido como las bienaventuranzas.

La condición de pobre a la que dirige su mensaje Dios está cargada de un vaciado total del mundo e inclusive de nosotros mismos para llenarnos de su amor y su confianza, para ver el pasado desde su misericordia y el futuro con su providencia.

En la promesa de felicidad que acompaña a los pobres que confían en Dios no hay una superación material de la condición sino una aceptación agradecida desde lo que se tenga, aunque se perciba externamente como poco. Agradecer la vida, la familia, el alimento de cada día en la mesa, la salud, el trabajo, la educación, la gracia, el perdón. Pero también saber ser agradecidos y confiados desde el dolor, la pérdida, la enfermedad, la carencia. Así, alejados del entendimiento del mundo ateo o relativista y centrados en Dios, nuestro corazón se educa a imagen de la educación que recibió María, nuestra madre, que en el magnífica se define esclava y humilde, una humildad que raya en una humillación santa, de ese ser que doblas sus rodillas ante su Creador y se sabe indigno de tanto amor pero que lo acepta por su docilidad ante su poder y autoridad.

Dios no es un demagogo porque todas sus promesas se centran en la eternidad. Y en los santos vemos mucho de esto, vemos mucho de este Lázaro del evangelio desasistido por el rico Epulón, un pobre que no pide, no roba, y solo espera que la providencia le asista. Los santos expresan una pobreza voluntaria, desprendida, que confía. Que entienden que el cuerpo hay que cuidarlo pero no venerarlo ni darle culto, que conocen de los placeres corporales pero los anulan o los reducen al máximo para alimentar más profundamente un alma que vive y respira de la oración.

La demagogia del mundo siempre existirá mientras nuestra codicia y envidia siga habitando en nuestro corazón. Y cuando nuestras frustraciones se hagan agudas el odio será nuestro alimento, traducido en robo y muerte.

Dios ama al pobre que ama su pobreza, que ofrece sus carencias y dolores como expiación de sus culpas y que confía ciegamente en el que todo lo puede porque “para Dios nada es imposible”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.


Lic. Luis Tarrazzi

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