Recientemente el papa Francisco
hizo alusión a las personas que pretendiendo seguir a Jesús consultan o siguen
las “predicciones” de adivinos o brujos, dejando muy claro que quien sigue a
estas cosas no sigue a Jesús.
Venezuela, mi país natal, ha sido
la gran pared donde se han estrellado decenas de estos adivinos. Los
infalibles, los profesionales, los improvisados, todos andan, año tras año, anunciando
fechas, escenarios, figuras, alzamientos, golpes, y al final cada día, y lo
afirmo porque lo vivo, la situación sigue igual y en franco deterioro.
La realidad es que si miramos la
manera de obrar de los “adivinos criollos o importados” la mayoría (por no
decir todos y dejarme un margen de error) se concentran en lo mediático.
Canalizan lo que los medios transmiten y el sentir de las personas; y al hablar
de figuras de reemplazo presidencial aparecen las vistosas, las que todos
conocemos (ejemplo: Capriles, Leopoldo López, etc).
En lo particular, como cristiano,
no creo en nada escrito ni en predestinaciones. Creo en las misiones, en las
personas que Dios da para cada tiempo y libremente
asumen sus roles. Creo que todo el que llega al poder llega porque Dios así lo
permite y los procesos de corrupción y malas gestiones ocurren por lo débil y
corrompido que son nuestros corazones.
El profeta Samuel cuando Dios le
dispuso ir a la casa de Jesé para que de ahí saliera el relevo del corrompido
rey Saúl, fue con las estrategias y conceptos de los “adivinos” contemporáneos.
Samuel veía a los más robustos, a los que tenían apariencia de guerreros y
pensaba que debía ser alguno de esos. La virtud de Samuel es que, en obediencia a Dios
lo pensaba pero no lo decía y se iba sorprendiendo como Dios no se decantaba
con candidatos que tenían, a criterio de Samuel, todas las condiciones. ¿Qué
ocurre entonces? Que descartados todos quedaba uno que no aparecía entre los
candidatos, ni siquiera estaba ahí, estaba pastando con las ovejas. El más
joven, flaco, de porte inclusive nada varonil (bajo el criterio de una figura
de guerrero) y es a este al que Dios escoge. Samuel sin reclamar ni cuestionar
lo unge y de él salió el mejor rey que
ha conocido Israel y cuidado si no el mejor referente de gobernante que ha
conocido la humanidad. La explicación de Dios a Samuel: “Tú ves las apariencias pero yo conozco los corazones”
Venezuela la veo en esta línea y
no lo digo como adivino ni como profeta. Lo digo por la enseñanza que me deja
esta historia de Samuel y David. Como señala Dios en el libro del profetas
Isaías: “tus pensamientos no son mis
pensamientos ni tus caminos mis caminos”. Jamás dudemos que Dios tiene un
plan para Venezuela, y su plan es bueno como su voluntad. Un plan que pasa por
la misma cruz que pasó Cristo y del cual debe salir una nación fortalecida. En
una opinión muy personal, Dios nos sorprenderá con un liderazgo fresco, alejado
de la burocracia y los paradigmas políticos que tanto daño le han hecho no solo
a mi país sino al mundo entero. Venezuela tiene la tradición de fe para ser
modelo de superación. Venezuela sufre y quizás su sufrimiento aún le quede
tiempo de dolores, pero pasado este viernes santo vendrá el domingo de
resurrección.
Venezuela es una prueba de fe
para los que decimos seguir a Jesús. ¿Seguiremos poniendo nuestra confianza en
adivinos y brujos o en la providencia?, recordemos aquella enseñanza de Jesús: “Donde esté tu tesoro estará tu corazón”
Venezuela es y siempre será de
Dios. No nos quedemos del lado de la vergüenza de los que dudaron o confiaron
en los enemigos de la verdad. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi