La expresión “A mi manera” no
solo nos invita a recordar las múltiples versiones musicales y sus artistas que
la han interpretado; sino que hoy nos permite adaptarla a nuestro modo de
entender y acercarnos a la fe.
Muchos buscamos fe, pero no
necesariamente nos interesa obtener de ella formación en la verdad. Necesitamos
aceptar la existencia de un dios, pero nos resistimos a profundizar mucho en
torno a él. Debemos reconocer que el mundo nos capturó, a todos. Estamos
envueltos en la Matrix del mundo y resistirse a ella hasta puede resultar
peligroso.
Así cualquier fe que proponga
patrones, que sancione conductas y que exija esfuerzos resulta automáticamente
rechazada por nuestro ideal de vida. Podemos decir: “Ok que Dios exista, pero
yo lo adapto a mi modo de ser”. Así, la Iglesia, en nuestro caso, la católica,
estorba, se vuelve un recuerdo obsoleto de una época extinta, que persiste en
mantener tradiciones y costumbres desfasadas con la realidad moderna.
Pero ni se trata de moda ni se
trata de desfase, se trata de un nuevo dios que nos gobierna y que nos impone
desde el cómo vestir hasta las metas que
debemos aspirar. Este dios tiene muchos rostros, en el dinero, el placer
sexual, las drogas, la irreverencia a las normas, la tecnología, la música, el
cine, etc. ¿Podemos negar que vivimos atrapados en esto? ¡Yo vivo atrapado en
esto!. Esperando estrenos de películas, series, hits de artistas, buscando y
analizando estrategias para obtener más dinero, atentos a los adelantos en telefonía,
PC, Tables. El detalle es que seguimos insistiendo en llamarnos cristianos
católicos. ¿Por qué?, ¿por qué insistir
en una fe en la que ya no creemos?, ¿por qué los esfuerzos están dirigidos en
cambiarla, en transformar sus ideales (o doctrinas) para sentir una especia de
sensación de triunfo sobre ella? La respuesta única es porque la verdad estorba
a una conciencia perturbada. Porque el problema nuestro no es que sentimos
estar en la fe equivocada, queremos ser católicos pero nos estorba su
contenido, que no es capricho de hombres sino mandato divino. Queremos una
torta de queso pero que sepa a chocolate.
Y así nos vemos luchando, no contra la Iglesia, sino contra la verdad misma,
que es Jesús, contenida en ella como un tesoro salvífico.
Nosotros ya no pensamos en
salvación, vida eterna. Pensamos en vida y punto. En vivir. El cielo es una
suerte de realidad que obtendremos porque sí, ¿o es que hoy todos los que
mueren no pensamos que van al cielo?; todo el que muere hoy decimos: “está en
el cielo con Dios”
El cielo se vuelto un consuelo,
un deseo, pero alejado del mérito de los que trabajaron arduamente, con
privaciones y sacrificios, por alcanzarlo. No, no nos equivocamos de fe,
sencillamente nunca hemos estado en ella. Los que la desprecian, los que la
persiguen, los que se burlan, los que la ignoran, los que se inflan el pecho
porque se sienten más santos que los santos, ninguno ha estado en la
fe. Porque la fe apasiona, la fe es el hambre de conocer y aprender más, la fe,
la verdadera fe, enamora, no decepciona, fortalece, disciplina, robustece el
pensamiento, construye fidelidad, mejora el pensar, el hablar y el sentir,
fomenta el desprecio a la mentira y se construye sobre la base de la verdad.
No, no nos equivocamos de fe, realmente nunca hemos estado en ella. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi